Poder Ciudadano. El Gobierno liberal de Manuel Zelaya Rosales (2006-2009)

El gobierno del «Poder Ciudadano» ha sido el período de la historia reciente de Honduras más invisibilizado y tergiversado, con el afán de borrar de la memoria los logros de esa administración, sus decisiones soberanas y políticas sociales que priorizaron a las poblaciones más excluidas. En esta sección podrás explorar algunas perspectivas sobre ese período tan significativo de la historia de nuestro país.

Cronología del Gobierno del Poder Ciudadano

Procesos y proyectos clave

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La «era de la transparencia»: El Gobierno liberal del Poder Ciudadano

Prólogo de Ricardo Salgado

Es difícil hacer una analogía de la historia con la geometría. Algunos la tratan como una serie de puntos inconexos, mientras otros la tratan como una línea recta y, teóricamente ascendente; y no son pocos quienes hablan del desarrollo en espiral, bajo la idea de que muchos eventos ocurren cíclicamente pero no idénticos con su antecedente. Aquí también sepresupone que lo único que no hacemos nunca es “regresar”. Sin embargo, todos podremos concluir que la historia es un proceso complejo que se da en nuestras sociedades, que no podemos aventurarnos a predecir, ni a modelar matemáticamente.

De Honduras se han dicho muchas cosas, y es común que nos atrevamos a usar paralelos en el pasado para presumir el desenlace “lógico” de las coyunturas que se dan en nuestro entorno. Dentro de esta visión, la derecha hondureña, entre las más brutales, cavernarias y, al mismo tiempo, abyectas del continente, ha apostado por casi una década a la deconstrucción histórica del fenómeno político – social que dio lugar a la fuerza que hoy lucha por conquistar la dirección del gobierno y, en última instancia, asumir el poder real de la nación.

Esa fuerza que hoy disputa el poder a la derecha acomodada en un bipartidismo moldeado a imagen y semejanza del norteamericano, era inimaginable a comienzos del siglo XXI, y gran parte del esfuerzo de la manipulación propagandística de las clases dominantes en el país ha estado centrado en despojar a este proceso de una historia, de un mito de origen, de sus características más notables. En la práctica, el esfuerzo ha ido apuntando a crear una especie de “espacio oscuro” de algo que nunca sucedió; una zona prohibida en la memoria que debe producir rechazo automático en el imaginario de la colectividad.

Pero ese “espacio en negro” no existe; al contrario, hay un periodo cercano en el tiempo que arranca mucho tiempo atrás, y que obtiene su primera expresión coherente, o al menos parecida a lo que hoy vemos, durante el Gobierno del Poder Ciudadano, que es brutalmente interrumpido por el Golpe de Estado Militar del 28 de junio de 2009, fecha que marca un punto de quiebre en la sociedad hondureña, que pasa a percibir muchas cosas demanera diferente, se decide a escoger una “verdad” que creer, se forma, sin muchas intenciones de ninguna de las partes, una nueva forma de pensar el presente, el pasado y el futuro.

El presente documento representa un esfuerzo por resumir en pocas páginas, una historia intensa de contradicciones y confrontaciones que fueron modelando el escenario para acceder a una crisis en la que dos fuerzas se encuentran aún enfrentadas, sin encontrar aun la salida, aunque la inminencia de esta sea anunciada por una crisis que dura años, y que ha sobrepasado la capacidad teórica de análisis de muchos.

El característico “borrón y cuenta nueva”, característicos del siglo XX en Honduras, no fueron posibles para resolver la crisis; ni tampoco se trató este fenómeno de una disputa de poder entre partes rivales de la clase dominante. Tampoco podremos explicarnos mucho aferrándonos a tesis deterministas, aunque resulta claro que la diferencia esta vez es marcada por la lucha de clases (que por otro lado debe replantearse de varias formas).

Lo mejor que podemos hacer es recurrir a la historia; a los hechos, sin la hipocresía de la búsqueda de una verdad neutra, sin vida y sin personalidad.

Esta historia que tiene protagonistas, que es rica en anécdotas y en momentos cumbres. Es importante recordar que muchas cosas realizadas por el Gobierno del Poder Ciudadano pueden parecer poca cosa para personas que viven en otras sociedades, pero nadie debe pasar por alto el triste papel histórico de Honduras como “portaaviones” de los intereses imperiales de Estados Unidos, ni el carácter pusilánime y entreguista de su clase dominante.

Antes de entrar en materia es necesario puntualizar la importancia que adquiere en este proceso la izquierda hondureña, o al menos una porción de esta, que decide abandonar los ámbitos de la pureza ideológica, para incursionar en la política de masas, reservada hasta ahora para las maquinarias clientelares de los partidos políticos tradicionales. 

Agazapada por el ímpetu de la represión sistemática de décadas, y como producto de la falta de entendimiento sobre el nivel real de desarrollo de las fuerzas productivas del país, la izquierda hondureña se mantuvo a una distancia “prudente” de la búsqueda del poder político del país por décadas.

El trabajo intensivo y perseverante de la década de los noventa, le proporciona a los movimientos sociales una fuerza poco usual para los estándares hondureños, lo que le permite niveles cualitativamente superiores a inicios de la primera década del siglo XXI. Sin embargo, su mayor fortalecimiento se da gracias a la coincidencia de su mejor momento con la vigencia del Gobierno del Poder Ciudadano, que no solamente se muestra más tolerante ante los reclamos populares, sino que les haceparticipes de momentos fundamentales de aquella gestión, de lo cual, la suscripción del ALBA es el momento cumbre.

Aunque no nos proponemos especular aquí, ni podemos formular hipótesis por la naturaleza del documento, diremos que, al momento del Golpe de Estado, la izquierda hondureña se encuentra en posición de ser un actor de primer nivel en la crisis hondureña. Es por esa razón, que los gobiernos post golpe han dedicado tantos esfuerzos a destruir todo el nivel organizativo alcanzado a lo largo de veinte años por las fuerzas populares hondureñas.

Sin embargo, la conformación del Partido Libertad y Refundación, abrió un espacio en el que la acumulación de fuerzas es nuevamente posible, y en la que siempre tienen cabida, } incluso los más escépticos miembros de la izquierda histórica.

El presente trabajo no está dedicado al relato biográfico, como tampoco puede considerarse una compilación exhaustiva de los hechos. Sin embargo, a la serie de contradicciones que dan lugar al desarrollo histórico qu estudiamos, debemos sumar la personalidad de sus más destacados protagonistas, especialmente el presidente José Manuel Zelaya Rosales, quien, con sus decisiones, se encontró varias veces enfrentado con los grupos de poder, por un lado, y con los movimientos sociales por el otro.

A pesar de su origen de clase, Manuel Zelaya Rosales llega a convertirse en una figura liberadora, que plantea en Honduras temas centrales que nadie antes se había atrevido a tocar. Sus políticas como gobernante lo llevan a ser considerado traidor por la oligarquía hondureña, mientras la izquierda local no podía interpretarlo más allá del populismo. 

Quizá su accionar sucedió tan de prisa que no dio tiempo a otros actores para asimilar su pensamiento, ni siquiera muchos sus propios colaboradores que, estando muy cerca, no creían para nada en la naturaleza del proyecto que se configuraba ante sus ojos.

Racionalizar la personalidad de Zelaya Rosales desde los moldes característicos de la ideología y la política, es una labor muy complicada. Por esa razón, muchos “analistas serios” se conformaron con las explicaciones más sencillas y folclóricas, que no aclaraban nada, pero les permitían mantener sus posiciones como “sabios”. Este sujeto singular en la historia hondureña, transita su larga vida política más como un enigma, al que, probablemente, muchos de los viejos lideres bipartidistas, subestimaron más de una vez, pero sus actos son la mejor fuente para explicar el liderazgo que después afianzó, ubicado al lado de su pueblo, en la posición histórica correcta.

En 1980, el 19 de julio para ser más precisos, se celebraba el primer aniversario del triunfo de la Revolución Popular Sandinista, en la Plaza de la Revolución la figura más relevante era la del Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, y su discurso era esperado largamente por una gran multitud,entre la que se encontraba un joven hondureño de unos 26 años, hijo de un terrateniente y descendiente de una familia con 400 años de historia en el departamento de Olancho, el más grande de Honduras; ese joven era José Manuel Zelaya Rosales.

Más tarde en la misma década de los ochenta, y siendo ya diputado al Congreso Nacional, por el Partido Liberal de Honduras, introduce una propuesta dirigida a terminar la actividad de la Contra nicaragüense en territorio hondureño. Aquella acción por sí sola, era un hecho excepcional, especialmente porque para ese momento, la corriente florista, de extrema derecha ya había desplazado al rodismo (también de derecha, pero con una visión de patria muy fuerte) del control del Partido, y se encontraba totalmente dedicada a cumplir las órdenes de Estados Unidos contra la revolución sandinista y todos los grupos de liberación nacional activos en la región.

En pleno apogeo de la doctrina de la seguridad nacional, mientras las fuerzas represivas del estado hondureño desaparecían dirigentes políticos de izquierda; torturaban y asesinaban bajo la guía de los manuales de la CIA, y tenían instructores de la talla del terrorista cubano americano Luis Posada Carriles, la derecha dejo pasar este intento del joven político, a quien enfrentarían nuevamente en varias ocasiones, y terminarían expulsando violentamente de la presidencia de la república, por el significado de su

mandato y la inevitable alteración que esto implicaba para los intereses de la clase dominante, y para los planteamientos geoestratégicos de Estados Unidos.

De hecho, Zelaya Rosales siguió adelante destacando en muchos cargos de importancia dentro de su Partido Liberal, entre los que debemos destacar su función como ministro del Fondo Hondureño de Inversión Social, cargo que ejerció por seis años durante la década de los noventa y que solo abandona para buscar la presidencia de la república. En el ejercicio de este cargo, Mel, como es conocido por el pueblo hondureño, alcanza a ver la crudeza de la miseria a lo largo y ancho del país más pobre de América Latina.

Resulta relativamente fácil imaginar que, para un hombre joven con las obvias inquietudes de vida de Zelaya, este contacto serviría para hacer mucho más que una reflexión. La construcción intensiva de obras sociales, en un medio en el que el neoliberalismo había irrumpido victorioso, aquello parecería cualquier cosa, menos un proceso de oposición a la lógica del todo poderoso mercado. Sería temerario aseverar que todo aquello era parte de un plan maestro, pero indudablemente, era un proceso político de formación en las entrañas mismas del aparato estatal que ahora apuntaba a imponer el monetarismo en su forma más cruel. Si ponemos atención al marco histórico, el proceso personal de Zelaya Rosales, se va dando en un contexto en el que las fuerzas de izquierda en el país están recuperándose del shock del “fin de la historia”, y la ferocidad neoliberal resulta más terrible que la década de guerras que recién quedaba atrás. El Poder Ciudadano y la lucha por la refundación de Honduras están en plena gestación, y nadie puede anticipar en aquel momento el devenir de aquellos eventos.

No pretendemos aquí sobre elaborar alrededor de la administración liberal del Poder Ciudadano, pero si tratamos de rescatar las cosas que marcaron una ruta diferente, que desbordan políticamente los límites del liberalismo tradicional, y que definieron al menos una manera de pensar colectiva que hasta la fecha era impensable. Cuando se viven los procesos históricos es difícil entender el alcance de lo que estos tendrán en el tiempo, pero pasados ocho años desde el Golpe de Estado, hacemos un primer esfuerzo para sistematizar la resistencia en Honduras, su vínculo original indisoluble con el gobierno del Poder Ciudadano y la lucha actual del pueblo hondureño, que seguramente continuará por muchos años.